En las últimas semanas, el gobierno del Estado Español ha presentado dos planes importantes para el devenir futuro. Primero una nueva versión de los típicos proyectos incluidos en los Presupuestos Generales del Estado, plagados de derroche energético en grandes infraestructuras inútiles y destrucción ambiental. Y unos días después se nos anuncia un plan de ahorro de energía en forma de Plan de Contingencia Energética.
Nos encontramos, por lo tanto, ante dos planes completamente contradictorios. El primero continúa con el sempiterno aumento del gasto energético en forma de construcción de infraestructuras, mientras que el segundo plantea un novedoso plan de ahorro, con carácter único y coyuntural, para solventar una situación supuestamente excepcional.
En el caso de los presupuestos del Estado, estos siguen enfocados en la construcción de grandes infraestructuras, en especial de la extensión del Tren de Alta Velocidad (TAV) en detrimento de la mejora del tren convencional, con un aumento de la inversión en este tipo de infraestructuras del 7% con respecto al año anterior. Y Navarra no es una excepción. De todas las inversiones contempladas en Navarra por estos presupuestos, un 69% se quiere destinar a las obras del TAV, que actualmente destroza el territorio de la Zona Media. Tampoco podemos dejar de hacer referencia al aumento en un 25% de las partidas militaristas en el presupuesto del Estado, que supondrá alimentar sus guerras y la depredación energética que estas conllevan.
Mientras, el Plan de Ahorro Energético tiene por objeto afrontar una crisis energética “derivada de la guerra”, según afirma textualmente. Plantea reducir el consumo energético, sobre todo el de gas natural, hasta marzo del año que viene. Como se puede ver, el propio plan está basado en concepciones completamente coyunturales, y tiene una corta duración. Parece querer decir que el problema “acabará pronto”.
Sin embargo, la actual crisis económica y de recursos no es coyuntural. La Agencia Internacional de la Energía (AIE), un organismo de la OCDE, ya anunció que el pico de la extracción de petroleo convencional se produjo en 2006. Mientras, el pico de todos los líquidos extraídos del subsuelo conocidos como petroleo posiblemente sucedió en 2018, aunque es algo que solo el paso del tiempo lo podrá confirmar. Asimismo, el momento en el que se alcance la máxima cantidad de gas natural extraído en el mundo llegará en los próximos años. Son datos aportados por múltiples informes que indican que estamos llegando al límite de los recursos, uno más de los límites planetarios que los científicos han identificado como la causa de la crisis ambiental que vivimos.
Vemos como la ciencia viene alertando hace años sobre la actual crisis energética, mucho antes de la coyuntural guerra actual. Y ante este panorama, los gobiernos trazan absurdos planes, entre ellos:
- Declaran el gas y la nuclear como energías supuestamente verdes, para que nos ayuden a la transición. No tienen en cuenta la cercanía de su pico de extracción y las emisiones de gases de efecto invernadero del primero, y los residuos nucleares y el agotamiento de las reservas de uranio de la segunda. O lo que es lo mismo, tratan de que “continúe la fiesta” a pesar de los graves problemas ambientales que ese plan va a generar.
- Además, proponen una transición energética por medio de la extensión al máximo de las modernas energías renovables. Se trata, en general, de grandes proyectos de placas solares y molinos eólicos, que generan principalmente electricidad. Sin embargo, en la actualidad solo el 21% de la energía que consumimos en Navarra lo hacemos en modo eléctrico, mientras que el resto es en forma de combustibles fósiles, sin que exista en gran parte de los casos una posibilidad de sustitución viable de los últimos a la primera. Y cuando, además, la tendencia del consumo eléctrico es actualmente a la baja en Navarra, el Estado Español y Europa. Un ejemplo de esta problemática es Navarra, un territorio ya completamente saturado de este tipo de proyectos renovables, y que apenas ha iniciado la transición energética, con un consumo aún del 78% de combustibles fósiles.
- Pero el colmo del absurdo es su empeño en continuar con unos planes de extensión de infraestructuras pensadas en otros tiempos, anteriores a la generalización de la crisis de recursos. Y su ejemplo más claro es la construcción del TAV, un “avión sobre raíles” que tiene un consumo energético muy superior al del tren convencional, y que requiere grandes recursos materiales y energéticos para la construcción de sus exigentes vías.
En estas circunstancias, es normal que la ciudadanía encuentre graves problemas para entender la realidad. Porque los discursos y los planes que se propugnan desde los gobiernos son completamente contradictorios, y entran en grave conflicto con los límites de los recursos y el medio ambiente que impone nuestro planeta. Porque es evidente que la transición hacia las energías renovables, tal y como nos la están vendiendo, es difícilmente realizable. Y porque desde el poder nos ocultan todos estos hechos, dificultan el análisis de la situación, y no plantean la verdadera situación con la transparencia necesaria.
Mantener el crecimiento de la economía mundial ya no es posible en un mundo en el que los recursos naturales están llegando a sus límites. Es necesario, por lo tanto, establecer las medidas adecuadas para permitir que la humanidad pueda seguir habitando este planeta. Y para ello es necesario cambiar de raíz todo el sistema económico, social y cultural. Es necesario reducir el consumo, tanto de energía como de todos los productos y servicios. Y es necesario establecer las medidas adecuadas para detener la perdida de hábitats naturales y de biodiversidad.
Estos hechos evidentes, amparados por datos científicos, entran en contradicción flagrante con los planes de capitalismo verde que nos venden. Y mientras los partidos políticos y las administraciones no los tengan en cuenta, la sociedad tendrá dificultades para comprender la realidad.
La crisis es estructural y todo intento de solución pasa por cambiar el modelo económico actual, tanto su lógica de acumulación y realización de beneficios, como sus objetivos productivos. Y no asumirlo y tratar de mantener las cosas tal cual nos llevará a un estado de completa crisis e irracionalidad social. Desesperación colectiva que puede arrastrar a la mayoría social en brazos de aquellos que prometen soluciones sencillas a problemas complicados. Hacia quienes, desde su intención de mantener el capitalismo, nos venden soluciones que traerán más desigualdad y racismo, más autoritarismo, control social y militarismo.
Es tiempo, pues, de hablar claro y llamar a las cosas por su nombre.
Artículo firmado por: Martin Zelaia, miembro de la fundación Sustrai Erakuntza.