
A lo largo del verano se ha producido una importante movilización social y creación de plataformas ciudadanas ante la implantación de plantas de biometanización en Tierra Estella: Viana, Lodosa, Los Arcos, Mendavia… En todas ellas fácilmente puede identificarse el mismo patrón: 1/ Proyectos que se anuncian de forma inesperada en el Boletín Oficial de Navarra. 2/ Una población confundida e indefensa frente a lo que les viene. 3/ Una ausencia de información y debate por parte de las instituciones locales y forales. 4/ La inexistencia de una planificación pública de estas plantas. 5/ La aparición de empresas cuyo único interés es el beneficio privado. Y 6/ la manipulación interesada de conceptos como sostenibilidad y economía circular a la hora de vender los proyectos.
El asunto no es nuevo. Ya en septiembre de 2023 la Fundación Sustrai advertía que no era tan solo energía limpia lo que reluce tras las plantas biometanizadoras en Navarra. La tarjeta de presentación de estas plantas es aceptable. Sin duda. Con ellas se pretende descomponer materia orgánica generada por el ganado y producir biogás que luego puede utilizarse como combustible para electricidad, calor… Además, el residuo final resultante de este proceso, el digestato, puede incorporarse a los suelos como mejora en forma de fertilización.
Sin embargo, hasta la fecha, en Navarra no se está hablando de un modelo de plantas descentralizadas, que respondan a las necesidades y características locales, que sean gestionadas cooperativamente y que estén ligadas a una explotación ganadera local de tamaño normal. No. El proceso que está en marcha, y que ya está generando importantes conflictos en Alemania, Países Bajos, Italia, Francia, … es otro muy distinto. Es el de la instalación de macroplantas para producir biogás con los purines (pero también lodos, pasta de celulosa, residuos de mataderos, …) y producir combustible altamente bonificado. Para ello, este negocio privado necesita plantas de mayor tamaño, con mayor capacidad para recibir residuos orgánicos: la planta de Sesma propone tratar 184.500 toneladas anuales, la de Viana 124.500, la de Los Arcos 114.500, las de Murillo el Cuende una 143.000 y la otra 198.000… Sin olvidar las que ya están en funcionamiento en Cabanillas, Caparroso, Mendigorria… ¿De dónde van a sacar tanto residuo?
Estos datos nos llevan a identificar claramente los principales impactos de estas plantas. En primer lugar, la disponibilidad de los recursos. Teniendo en cuenta que la capacidad de recibir residuos por parte de cada planta supera a los que se generan a su alrededor, ello provoca efectos muy negativos: o se produce un mayor despliegue de macrogranjas en la zona, o se genera un mayor tráfico de camiones para traer residuos de lugares más lejanos, junto a una mayor competencia entre las plantas para hacerse con residuos, y una mayor necesidad de ampliar el espectro de los residuos a recibir perdiendo trazabilidad y calidad. En consecuencia, menos agroganadería local, más contaminación y peor calidad de los fertilizantes.
Al mismo tiempo, tras el proceso de biometanización, la necesidad de desprenderse de los residuos orgánicos (aproximadamente permanecen un 80% de los residuos utilizados en la producción de biogás) genera problemas de máximo nivel. Al finalizar el proceso, y si se quiere hacer adecuadamente, se necesitan extensos terrenos para fertilizar sin exceder la dosis. Sin embargo, la realidad nos señala que no se vuelve a transportar el digestato a largas distancias, porque ello implica aumentar los costes, y para ahorrarlos, se sobrefertiliza en lugares cercanos a las plantas de biometanización. Resultado: aumenta el riesgo de contaminación de los terrenos por exceso de nitratos. Un problema añadido y que agravará la pésima situación actual: el Gobierno de Navarra ha tenido que ampliar las zonas contaminadas por nitratos en Navarra, pasando de 4 zonas y 99.259 hectáreas designadas en 2020, a 12 zonas y 247.854 hectáreas en la actualidad. Una auténtica señal de alarma para el futuro de nuestro campo.
Por tanto, la integración de las macroplantas de biometanización en las explotaciones ganaderas de Navarra se está realizando con un coste social y ambiental inaceptable. Responde a un círculo vicioso en el que la biometanización aparenta responder a los graves problemas de generación de residuos orgánicos originados por la ganadería industrial. Pero sólo son rentables porque gestionan residuos de otras industrias y cobran por esa gestión. Este modelo no responde a las necesidades de la población navarra, y del sector agroganadero en particular. Ni tampoco al desarrollo local sostenible, dado que contribuye a la desaparición de las explotaciones familiares. Ni a la seguridad hídrica, por contaminar suelos y acuíferos con nitratos. Ni tampoco a la necesidad de restituir los nutrientes del suelo de un modo saludable, al verter en ellos un digestato con mezcla de residuos industriales y metales pesados.
Pensamos que todas estas cuestiones tienen que ser valoradas seriamente por el Parlamento y el Gobierno de Navarra. La movilización y el malestar social ha logrado llevar esta cuestión al Parlamento de Navarra. Ha costado. Pero que sirva para corregir las apuestas, actuaciones y decisiones de las instituciones, tanto las locales como las forales, en los últimos años. Y que lo hagan sin trampas.
No puede reducirse el debate sobre las plantas de biometanización a una cuestión de ubicación, de olores, o de afección paisajística. No se trata de un ”aquí no” que tan solo desplaza el problema de fondo. Y el problema de fondo es que no podemos fomentar una actividad que para su rentabilidad económica implique una centralización de plantas, con una movilización tal de residuos que luego han de volver al territorio con los consiguientes impactos contaminadores de suelo y agua. Por este camino, nos estamos cargando el futuro de la ganadería y agricultura navarra.
Ante ello el Gobierno navarro tiene la oportunidad de rectificar las políticas llevadas hasta la fecha y que tan nefastos resultados han dado. Facilitar la instalación de plantas de biometanización, o no controlarlas debidamente, es alimentar la expansión de las macrogranjas. La planificación pública exige la inmediata paralización de todos los proyectos presentados. Y abrir un proceso en toda Navarra, priorizando en un primer momento el estudio de las necesidades locales, y en base a ello, en la puesta en marcha de plantas descentralizadas, con gestión cooperativa y apoyo público. Necesitamos un plan de biometanización al servicio del desarrollo local y de la salud y el futuro fértil de nuestros suelo y agua. No para desequilibrar el territorio y alimentar nuevas burbujas especulativas. Para todo ello hará falta una voluntad más poderosa que el gas.
Artículo de opinión firmado por Mikel Saralegi Otsakar y Martin Zelaia García, miembros de la fundación Sustrai Erakuntza.
