La presidenta Maria Chivite ha anunciado que el Ministerio de Transportes gastará 145,5 millones de los Fondos Europeos en el Tren de Alta Velocidad. De ellos, 105,5 millones se emplearán para construir la plataforma del TAV entre Tafalla y Campanas. Además, utilizarán otros 40 millones para financiar las obras que unirán el TAV en Castejón con la vía convencional entre Bilbao y Casetas de Zaragoza, construyendo para ello un viaducto sobre el Ebro…
También se nos anuncia, sin más detalle, el acuerdo para la nueva estación en Etxabakoitz. Pareciera que el TAV va a toda marcha, con todas sus promesas de beneficios y progreso, o al menos así lo quieren vender. Más en un momento donde aparecen nubarrones de consideración sobre la producción industrial de Navarra en los próximos meses y años.
En estos días sí hay algo que es evidente: como en otros lugares, las élites económicas y políticas no han renunciado a su apuesta por el TAV, aunque su despliegue sea tozudamente lento. El último anuncio de la presidenta parece señalar una hoja de ruta para los próximos larguísimos años. En primer lugar, quieren acabar, si nadie lo impide, lo iniciado entre Castejón y Pamplona con la construcción de una plataforma paralela. Y todo ello al estilo de la CAV, dilapidando el dinero público en cemento y más cemento, aunque sea a un ritmo pausado y cachazudo en función de la disponibilidad presupuestaria, para más gloria de las constructoras.
En segundo lugar, el TAV no llevará mercancías, y Chivite lo sabe. Por ello, se está prodigando en apariciones y reuniones con el mundo empresarial y logístico para promover el uso de la línea del ferrocarril actual para el transporte de mercancías. Una promoción que se acompaña con declaraciones en las que la presidenta cuestiona el papel del tren convencional como elemento de movilidad para las personas. Parece pretender sacar a los viajeros del tren para pasarlos a los autobuses interurbanos, y acometer, con el mínimo gasto, una limitada mejora de las vías actuales para adaptarlas al transporte de mercancías. Una dinámica semejante a la que se está produciendo en otras partes del Estado con el desmantelamiento del tren como servicio público para pueblos y personas. En Navarra, han desaparecido en el último año el 50% de las frecuencias diarias directas de los trenes destinados al transporte público.
Por último, la presidenta Chivite se quiere conceder una tregua aplazando en el tiempo la concreción de temas peliagudos que puedan interferir en la consecución de acuerdos con otras fuerzas políticas: la continuidad de las obras hacia Sakana, la conexión con la Y vasca,…. Un debate que se fía a un futuro lejano sabiendo que su discusión actual no tendrá ningún efecto en lo inmediato.
Hay que volver a repetirlo. El Tren de Alta Velocidad en Navarra es una gran estafa. Una estafa social y económica, que con su alto coste económico, es capaz de desviar dinero de los Fondos Europeos para el cemento mientras los servicios públicos se degradan, como es el deterioro progresivo de Osasunbidea (listas de espera, bajas sin cubrir, reducción de recursos sanitarios,…). Una tomadura de pelo para la población. Una estafa medioambiental que nos vende el TAV como un medio de transporte sostenible, mientras destruye territorios y paisajes, suponiendo un elemento agresivamente contaminador con fuertes emisiones de gases difícilmente compensables. Y finalmente, una estafa política, que en nombre de políticas progresistas, se carga el Tren Público y Social y su mejora, en beneficio de los poderes económicos de siempre.
Firmado: Mikel Saralegi Otsakar, miembro de la fundación Sustrai Erakuntza.