Una vez más la reciente Cumbre del Clima, y ya son 28, nos ha dejado el poso de nuevo chasco y engaño. Muchas han sido las voces que han puesto en evidencia la falta de ambición para hacer frente al Cambio Climático o han señalado la incompatibilidad entre quienes se enriquecen con la explotación de los combustibles fósiles y el impulso para su reducción o desaparición.
Es evidente que los cambios que estamos viendo en los últimos años en el clima son producto de las actividades humanas, en especial del Norte Global, asociadas a la quema de combustibles fósiles y a la obtención desaforada del beneficio económico privado. La virulencia de la crisis climática obliga a dejar de utilizar los combustibles fósiles en un muy corto espacio de tiempo. Sin embargo, han pasado ya muchos años en los que había que haber planificado ese camino, garantizando la justicia y el bienestar entre el Norte y el Sur Global. Sobre todo, cuando el acceso a los combustibles fósiles está dando síntomas de grave agotamiento. Ha habido que esperar a la Cumbre de Dubai para que después de 29 años se nombre difusamente a los “combustibles fósiles” por primera vez en la resolución final. Todo un escándalo que denota lo poco que impactan las víctimas humanas y naturales en los bolsillos de quienes sostienen este sistema criminal.
Si analizamos el contenido de la resolución final de esta cumbre, nos parece importante reparar en la falta de concreción del cómo “transitar para dejar atrás los combustibles fósiles”, más allá de “triplicar las energías renovables en siete años”. Porque ahí está el quid de la cuestión. Para eliminar los combustibles fósiles, en Dubai como en Navarra, prácticamente el único camino que se nos ofrece es su sustitución por energías renovables basadas en la electricidad. Y en ningún momento se pone en duda la efectividad de esta medida, o la posibilidad de que las renovables puedan tomar el relevo de las formas de energía que utilizamos en la actualidad.
No hay que perder de vista que en la actualidad el consumo energético del mundo, y también de Navarra, es mayoritariamente en forma de combustibles fósiles. Según el último balance energético del Gobierno de Navarra, de 2021, estos combustibles supusieron el 79% de todo el consumo de energía primaria de nuestra comunidad. De este modo, casi el 80% de la energía que consumimos son combustibles fósiles, y el otro 20% son energías renovables. Y a nivel estatal, europeo y mundial las cifras todavía son peores para las renovables.
De este modo, la “transición” que se propone realizar, de consumir principalmente combustibles fósiles a renovables en muy pocos años, se nos antoja imposible mientras nos empeñemos en mantener el gran consumo de energía que realizamos en los países del Norte Global, azuzado por la lógica del beneficio económico privado. Y no sólo por las descomunales cifras que hemos indicado en el párrafo anterior, sino también por los problemas de muy difícil solución que tienen las energías renovables. Creemos que es necesario que los poderes políticos y económicos que proponen la llamada transición a las energías renovables analicen la dificultad que existe para integrar estas en el consumo eléctrico, así como la falta de adecuación de la electricidad a los consumos energéticos actuales, tal y como están informando relevantes científicos.
Estas carencias y problemas de las renovables ya las estamos viendo en Navarra, pionera en estos tipos de energía. No hay más que acudir a los datos oficiales: mientras que la cantidad de grandes polígonos para la captación de este tipo de energías arrasan con nuestro territorio de manera cada vez mayor, las emisiones de gases de efecto invernadero no han disminuido ni un ápice. Justo, al contrario. los propios datos del Gobierno de Navarra, también de 2021, revelan que las emisiones de CO2 han aumentado un 11,88% desde 1990, y que en 2021 han aumentado un 8,61% con respecto a 2020. Asimismo, vemos cómo los sectores que más han aumentado las emisiones coinciden con los más insostenibles: el transporte (que ha aumentado en un 15,39%) donde se prima el transporte por carretera frente al ferrocarril, a la vez que se impulsa el TAV para viajeros; y la agricultura y ganadería (aumento del 17,96%) donde se impulsa un modelo agroindustrial con grandes explotaciones intensivas y macrogranjas.
Es evidente, por lo tanto, que la instalación de más infraestructuras para producir electricidad renovable no está sirviendo para reducir los niveles de emisiones. Y, por lo tanto, es necesario que se haga algo más, no vale con decir simplemente que “se triplicarán las renovables”, como si ello fuera algo sencillo de realizar, escalable a nivel mundial, adecuado a las necesidades humanas, y sirviera para reducir las emisiones contaminantes.
Por ello, no podemos esconder la cabeza debajo del ala. Si de verdad se trata de reaccionar frente al cambio climático, hay que poner fin al uso de combustibles fósiles sin caer en falsas soluciones como las que nos plantea el Capitalismo Verde, con las que seguir manteniendo los actuales estándares de producción y consumo. La solidaridad planetaria, nuestra integración en los ecosistemas, el equilibrio entre el Norte y Sur Global en materia de bienestar, nos obligan a reducir nuestro consumo material y energético. Todo ello debe tener su reflejo en todas las actividades, sean productivas como reproductivas. Y en Navarra no vamos por el buen camino.
No es tarea fácil, pero es necesaria y posible. Ello implica que no podemos quedarnos de brazos cruzados frente a la degradación social y ambiental. Tenemos que ir levantando y experimentando nuevos valores y prácticas colectivas alternativas a la salida capitalista actual que tan sólo agudiza aún más la emergencia climática y las desigualdades sociales.
En este sentido, resulta esperanzadora la aparición de dinámicas y propuestas que plantean nuevos escenarios desde diferentes ámbitos. También la fundación Sustrai Erakuntza está analizando diferentes propuestas de actuación que nos permitan actuar desde lo concreto y lo colectivo en la transformación del sistema actual y en el cuidado de la vida en el planeta. Propuestas que ya esbozamos en su momento, y que ahora estamos analizando en profundidad. Porque ese es el camino, y no las cumbres a las que nos quieren hacer subir desde el capitalismo.
Artículo de opinión firmado por Nerea Martiarena y Martin Zelaia, miembros de la fundación Sustrai Erakuntza.