(Este artículo es el contenido completo del 6º capítulo del informe “Las políticas del agua en Navarra, conflictos reseñables y propuestas para la gestión del agua“…) La depresión del Ebro forma una cuenca sedimentaria en la que se acumularon materiales procedentes de la erosión de las cadenas montañosas circundantes, y que fueron colmatando un antiguo mar, que acabo convertido en lago. De este modo, en toda esta zona se encuentran minerales procedentes de la acumulación de estos desechos, y otros minerales salinos acumulados por la evaporación de las aguas lacustres saladas.
De este modo, en Navarra, Aragón y Cataluña se encuentra una cuenca potásica, con explotaciones existentes o que han existido en Cataluña (comarca del Bages, Barcelona) y Navarra (en el entorno de la Sierra de El Perdón, como veremos en un primer capítulo), y proyectos de explotaciones en la muga entre Aragón y Navarra, en la comarca de Sangüesa, que veremos mas adelante.
La experiencia previa de minería de potasa en El Perdón
En 1929 se realizaron los primeros descubrimientos del yacimiento de Potasas en el entorno de la sierra del Perdón. Por este motivo, en los años 50 del siglo pasado se realizaron multitud de sondeos y perforaciones de investigación, tanto en la zona de lo que después fue la mina (Subiza, Beriáin, Esparza, Guenduláin, Zariquiegui o Astráin), como en otras zonas mas alejadas, como por ejemplo en Adiós.
En 1959 se concedió la explotación Nuestra Señora del Perdón a Potasas de Navarra SA, una empresa pública participada a medias entre Navarra y el Estado. En esos años se construyó el pozo de Beriáin y el plano inclinado de Esparza de Galar. Posteriormente se fueron abriendo otros pozos de acceso, llegando a ser un total de 5: Undiano I y II, Gendulain, Beriain y Esparza, que estaban todos conectados subterráneamente con una galería de servicios. También se puso en marcha una cinta transportadora de 4 Km de longitud que unía el pozo Beriáin con los talleres de Noáin.
En 1986 desaparece Potasas de Navarra, y se transforma en otra empresa mas pequeña, Potasas de Subiza, también empresa pública, esta vez participada exclusivamente por el Gobierno de Navarra. Esta abre un nuevo plano inclinado de acceso a la mina en Olaz-Subiza, mientras se cierran todos los demás pozos. La actividad minera de esta empresa continuará hasta 1997.
En 1997 se cerraron las instalaciones mineras, sin realizar ninguna labor de restauración en las instalaciones fabriles, ni en las escombreras de residuos mineros, por lo que los efectos negativos en el medio ambiente todavía son visibles. De este modo, escombreras y balsas que fueron empleadas para captar agua o recoger los lixiviados procedentes de la explotación, como las de La Morea (en Beriain), o la de Zolina (Valle de Aranguren), permanecen en su lugar. Esta última, paradójicamente, se ha convertido en un importante entorno para la vida animal y vegetal. Se trata de uno de los lugares más importantes de Navarra en cuanto a riqueza ornitológica, con 241 especies censadas.
Algunas de estas instalaciones han tenido pequeños intentos de recuperación, como ocurre en el conocido como Vaso de Salinas. En este vertedero se acumularon durante años los escombros salinos resultantes de la explotación minera. Sin embargo, también se acumulaban en este lugar lodos y aguas salinas, que hacia 1979 amenazaban con rebosar los muros de contención y extenderse por el entorno. Esto produjo que la empresa realizara obras sin autorización, y llevó a los concejos de Beriáin y Salinas a negar la licencia de obras de ampliación del vaso, al entender que los residuos líquidos podían llegar a las casas de ambas poblaciones.
Desde el cierre de las explotaciones mineras apenas se han realizado trabajos en la recuperación de las zonas de escombreras. Lo único que se ha hecho es enterrar parcialmente los residuos mineros de algunos pozos bajo toneladas de residuos de construcción, (en Guendulain, Esparza de Galar, Olaz-Subiza y Undiano). Esto no evita los lixiviados, ni las escorrentías de aguas salinas cada vez que llueve. En la escombrera de Las Arrubias, cerca del pueblo de Arlegui, la empresa Saldosa convierte en sal doméstica parte de los 20 millones de toneladas de cloruros y sulfatos que están depositados en la escombrera. En 2007 se estimaba que serían necesarios 35 años para finalizar con su explotación. Mientras las escorrentías y filtraciones de esa explotación y el resto de escombreras mal cerradas salinizan las aguas de las regatas y del río Elorz, llegando hasta el Arga.
En 1998 el Estado Español pensaba financiar con 2.673 millones de pesetas (16 millones de euros) parte de la operación de recuperación del medio ambiente, de forma que, una vez mas, la empresa se lleva los beneficios y queda eximida de reparar los daños efectuados.
Pero es que, además, cuando se realizan actividades con tales impactos en el medio ambiente que lo dejan tan degradado, otras actividades aun mas contaminantes ven la oportunidad de instalarse en su lugar. Es el caso del proyecto de almacenar residuos industriales tóxicos y peligrosos en las minas de potasas, que se dio a conocer en 1996, y que al parecer nunca llegó a concretarse.
Los impactos ambientales de las actividades mineras en el entorno de la Sierra del Perdón y de los rios Elorz y Arga han sido graves y muy importantes, y continúan a día de hoy.
Un efecto negativo en ríos, regatas y manantiales, ha sido el aumento de su tasa de salinidad, algo efectivamente importante en el río Elorz, que drena los terrenos aledaños a las instalaciones mineras, impacto que aumenta en época de estiaje. Este hecho está reconocido por la propia Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), que incluye a los ríos Elorz y Arga a partir de la desembocadura del río Juslapeña en el apéndice del Plan Hidrológico que permite una prorroga para solventar los problemas y otorga unos objetivos de calidad menos rigurosos.
Gran parte de este exceso de salinidad se debe, como hemos dicho, a la presencia sobre el terreno de múltiples vertederos de residuos salinos de las minas que no han sido convenientemente clausurados, y es imposible que puedan ser revertidos a un estado natural, dado que los suelos bajo ellos son permeables y no existen medidas de contención de escorrentías. Pero la salinidad de los cauces de agua también se debe a una practica que se llevó a cabo en la mina durante todo su tiempo de funcionamiento, y que perdura aun cerrada la explotación minera: la inyección de salmueras residuales de la explotación en el acuífero de esa zona, el acuífero de la Sierra de Alaiz.
La inyección de esta salmuera residual se inició al menos desde 1965 y según el informe del Instituto Geológico Minero de España (IGME) que hemos consultado y resumimos a continuación, continuaban en 2003, cuando ya la explotación minera había terminado. De hecho, las inyecciones de aguas salinas y posiblemente con otros contaminantes continuaban en 2012, según se indica en una alegación de la empresa minera a la CHE, y continuarán mientras se mantengan los depósitos de materiales salinos que la actual empresa continua explotando para extraer sal común.
Cuando la actividad minera estaba en marcha, la inyección consistía en la recogida del agua empleada en la separación del mineral, junto con las aguas procedentes de los lixiviados de las escombreras, su envío a las balsas de Salinas, Beriain y Zolina, y su posterior inyección en Sondeos Profundos situados en el entorno. Según el informe del IGME consultado, en un momento no determinado pero asociado con el inicio de la explotación minera de carnalita, se incorporó al agua salobre inyectada “un volumen muy importante de lejías magnesíanas”, y posteriormente también las aguas residuales y de drenaje de todo el polígono industrial, que llevaban “vertidos indeterminados”.
Este hecho determinó que en los manantiales de Ibero, Etxauri y Belascoain se produjera “un aumento notorio en su salinidad” durante el periodo estudiado, entre 1971 y 2003. Según las conclusiones del informe, “la inyección de salmueras ha contribuido al incremento de la descarga de ese componente salino natural hacia los manantiales de Ibero, Etxauri y Belascoáin; de ahí, la estrecha relación detectada entre el incremento de la salinidad y la tasa de inyección”.
Por estos motivos la CHE llevó a juicio a la empresa, para determinar si la salinidad aparecida en esos cursos de agua provenía directamente de la explotación minera, o eran aguas salinas naturales. El informe realiza un análisis de los iones salinos y constata que al parecer la salinidad aparecida es natural, pero que es producida por los flujos de agua aparecidos en el acuífero al realizarse la inyección de salmueras de la actividad minera.
De este modo, el citado estudio recomendaba que se realizaran controles exhaustivos de las operaciones de inyección de salmueras, y sobre todo que se realizara “a la mayor brevedad posible una progresiva reducción del caudal de inyección”. Pedían también que las inyecciones se limitarán solo a las salmueras de la producción minera, y no a otros residuos, como se estaba haciendo.
En la actualidad, con la explotación minera concluida, la empresa continua explotando los residuos salinos para producir sal común. En la alegación de 2012 ya comentada, la empresa confirma que sigue realizando inyecciones de salmueras, aunque dice que ha reducido su cantidad. Informan que las salmueras provienen del drenaje de “minivasos”, del drenaje proveniente de las laderas y del polígono Meseta de Beriain, de los pluviales recogidos de la escombrera Las Arrubias, de las salmueras producidas en la fabrica de sal, y de la balsa de Zolina. Finalmente, la alegación termina informando de que en el futuro seguramente necesitarán autorización para un nuevo sondeo profundo de inyección de salmueras, dado que prevén mantener la actividad unos 30 años mas.
Comprobamos, por lo tanto, como se está permitiendo contaminar no solo los ecosistemas en las inmediaciones de la mina, sino también otros ecosistemas lejanos, asociados a los cursos de agua y los acuiferos. La salinidad procedente de la mina afecta, como se puede comprobar, al río Arga al menos a partir del manantial de Ibero “a unos 15 Km del punto de inyección” según indica el informe del IGME, así como al río Elorz, como ya se ha indicado.
Otro problema asociado a la minería de potasa, son las subsidencias. Los colapsos de las galerías abandonadas y la solubilidad de las sales potásicas y sódicas genera hundimientos que afectan a la superficie del terreno situada 300 y 500 metros más arriba. En edificios, parcelas agrícolas, caminos e infraestructuras se producen grietas y socavones, que aparecen con frecuencia en esta zona, como los 2 colapsos de terreno que aparecieron en verano de 2019 en Esparza de Galar y Undiano. Este problema llevó a que el proyecto de urbanización de Guendulain prohibiese la edificación residencial en un millón de los 3 millones de m2 de superficie del plan.
Es un problema que tienen que sufrir todos los municipios de la comarca y que proviene de las antiguas galerías mineras, que permiten que el agua discurra a través de terrenos con una solubilidad parecida a la de la sal de mesa. La potasa, y en concreto el mineral de carnalita, tiene en su estructura moléculas de agua, a razón de 6 moléculas de agua por cada átomo de potasio. Cuando se disuelve, esta estructura se descompone, liberando más agua que la que se necesitó para disolverlo. Se genera por lo tanto una reacción en cadena imposible de detener.
Este proceso incontrolado de disolución fue el que obligó el cierre del pozo minero de Undiano. Este pozo tuvo que ser abandonado cuando se inundó, y a resultas de ello fue imposible parar el proceso de disolución de las sales que se explotaban. Se produjo la inundación de todas las galerías, y la generación de nuevos huecos de disolución todavía hoy activos, como pudo verse en 2019.
Pero no solamente se generan socavones. También son frecuentes los episodios de sismicidad inducida por el agua, las disoluciones y los movimientos del terreno. El geólogo Antonio Aretxabala informa de episodios de sismicidad en la zona al menos en 1982, 2007 y 2013, todos ellos ligados a episodios de grandes precipitaciones en pocas semanas. En 2012, por ejemplo, se produjo una fuerte sequía, a la que siguió en invierno una precipitación de cerca de 500 litros por metro cuadrado en solo un mes. Esto produjo que, a partir de febrero de 2013 se produjera una serie de terremotos que alcanzó un total de 356 seísmos hasta final de año. Además, se produjeron multitud de corrimientos del terreno, cortes de carreteras, roturas de tuberías y evacuaciones de viviendas. Aretxabala cree que se trata de un episodio de sismicidad inducido por las precipitaciones, y la disolución de las sales en el contexto de las múltiples cavidades naturales y de las minas, que sufren derrumbamientos.
Finalmente, es importante mencionar que las faldas de la Sierra de El Perdón no se han liberado de la amenaza que suponen las minas de potasa. La empresa Geoalcali (la misma que, como veremos a continuación, tiene el proyecto de Mina Muga en la comarca de Sangüesa) a presentado también su interés por abrir nuevas minas en esta zona. Durante 2013 la empresa realizó una serie de sondeos de prospección, y finalmente decidió que los resultados analizados eran positivos como para volver a establecer un nuevo proyecto de minería de potasa en la zona.
Según la web de la empresa, el sistema que tenían previsto para la explotación sería el de disolución de la sal de potasa con agua caliente a presión. Esto puede suponer un gasto energético y de agua equivalentes al de una ciudad de 100.000 habitantes. Además podría inducir a seísmos como los que ya se han visto, pero en este caso producidos además por el uso de esas grandes cantidades de agua a presión. Además, para permitir que el agua penetre entre las rocas salinas y comience a disolverlas, antes de empezar el proceso puede ser necesario utilizar técnicas similares a las de la facturación hidráulica (fracking) empleada en la extracción de hidrocarburos. En estas técnicas se utilizan gran cantidad de productos químicos para mantener las grietas abiertas, algunos de los cuales se han comprobado que son muy contaminantes…
La empresa promotora estima que El Perdón es una zona interesante entre otras cosas, porque dispone de fácil accesibilidad de agua desde el Canal de Navarra en Tiebas, recurso que necesita en grandes cantidades tanto para la prevista técnica de disolución como para el procesamiento final del material. La zona también dispone de electricidad procedente de las ilegales centrales térmicas de Castejón, así como conducciones de gas, y comunicaciones por carretera y tren.
Este proyecto, junto al que veremos a continuación, están siendo contestados por la Plataforma Unitaria contra las Minas de Potasa en la Val d’Onsella y la Sierra del Perdón.
El proyecto de minería de potasas en la zona de Sangüesa: Mina Muga
La empresa Geoalcali, filial de la australiana Highfield Resources ha presentado en dos ocasiones (en 2015 y 2017) su proyecto de mina de potasas en las inmediaciones de Sangüesa. Y en cada ocasión, el proyecto era mas grande, ocupaba mas espacio, buscaba extraer mas mineral, y el volumen de residuos que dejaría sería mas grande. Finalmente, en mayo de 2019, después de analizar unas modificaciones que a nuestro entender aumentaban los impactos, el Gobierno de España le otorgaba la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) favorable.
De este modo, si el proyecto se llevara a cabo, la mina se encontraría en el subsuelo del municipio navarro de Javier (también de su castillo) y de Undués de Lerda (Zaragoza), y la bocamina se ubicaría en terrenos de este último. En principio, según el proyecto, se trataría de una explotación por minería subterránea convencional, con cámaras y pilares. En el termino municipal de Sangüesa se construiría la planta de procesamiento del material extraído.
Las dimensiones del proyecto son enormes: la galerías de la mina podría extenderse en una superficie de 8,5 km de largo por 3,5 km de ancho, y llegar a una profundidad de hasta 600 metros; las zona de bocaminas ocuparía hasta 30 hectáreas, y la planta de procesamiento más de 230 hectáreas. También construirían una cinta transportadora de 2 km, varios km de caminos, líneas eléctricas…
El proyecto habla de la extracción de 6,3 Millones de Toneladas de materiales al año, durante mas de 25 años, de los que tratarían de vender 1 MTn/año de potasa y otro tanto de sal común. Para mover esto se usarían casi 1.000 camiones/día (más de 1 vehículo pesado por minuto por la carretera de Javier según la empresa promotora).
Para procesar ese material la empresa requerirá casi de 1 Hm³ de agua al año, el equivalente al suministro anual de una ciudad de 17.000 habitantes. Según los datos del último proyecto presentado por la empresa, su intención es detraer ese volumen de agua del Canal de Bardenas, que “casualmente” pasa cerca de las instalaciones. Sería, por tanto, agua del pantano de Yesa, cuya lamina de agua se encuentra a una distancia inferior a 1 km de las galerías de la proyectada mina.
Las instalaciones de procesamiento dispondrían de 8 balsas de evaporación de las aguas residuales salinas, y de una gran montaña de desechos salinos. La explotación generará gran cantidad de escombros salinos, mas de 4 millones de toneladas anuales, que quedarán almacenados en una gran montaña de 57 metros de alta y 13 millones de metros cúbicos, que se mantendría incluso después de la finalización de la explotación y la supuesta restauración de los terrenos.
Esta gran montaña de residuos se crearía a pesar de que la empresa dice que empleará la técnica del “backfilling”, o lo que es lo mismo volver a introducir parte de los desechos en el interior de la mina, algo que es completamente anti-económico y que no emplea ninguna de sus competidoras actuales. No hay mas que comprobar las gigantescas montañas de residuos salinos existentes en la comarca catalana del Bages (Suria, Cogulló). De este modo, es mas que probable que la montaña de residuos salinos acabara siendo aun mayor que la prevista.
Es evidente, pues, que en estas condiciones el proyecto generaría la contaminación salina de cauces y acuíferos, algo que ya hemos visto que sucede en la zona de El Perdón, y que se repetiría aquí, de llevarse a cabo el proyecto. En todas las explotaciones de este tipo se producen vertidos de aguas salinas producidas por los lixiviados generados en las montañas de residuos, o por la difícil gestión de las salmueras generadas en el procesamiento del material, como hemos visto en El Perdón.
En este último caso la “solución” que encontraron fue la inyección de esas salmueras en el terreno. Solución que agrava la salinización de los cursos de agua, y puede crear también problemas de estabilidad del terreno. Al inyectar a presión agua en terrenos ya saturados (acuíferos) las tensiones generadas pueden llegar hasta las líneas de falla, donde pudieran llegar a producir terremotos de diversa magnitud.
También se cree que el proyecto generaría problemas de hundimientos del terreno, que pueden afectar al entorno de los 2 núcleos urbanos, Javier y Undués. Esto se une a las inestabilidades del terreno que es común en la zona, como hemos visto que ocurre en las laderas del embalse de Yesa. Algo que se vería agravado dado que esa zona es de alto riesgo sísmico, como ya vimos. Además, el proyecto incluye el posible uso de explosivos para algunos momentos de la explotación, lo que podría actuar como detonante de actividad sísmica inducida (ver vídeo con entrevista a geólogos Antonio Casas, Oscar Pueyo y Javier Ramajo).
Todos estos problemas han llevado a que la ya mencionada Plataforma contra las minas de potasa haya presentado numerosas alegaciones contra este proyecto de Mina Muga. Así mismo diversas instituciones han presentado sus recelos y dudas razonables ante este proyecto. Es el caso de la Comunidad de regantes del Canal de Bardenas que presentó alegaciones al proyecto, o los parlamentos aragonés y navarro que realizaron declaraciones contrarias, así como el Instituto Geográfico Nacional, la Confederación Hidrográfica del Ebro y el Instituto Geológico y Minero de España, que han emitido informes negativos, como veremos mas adelante. Los informes presentados por estas 3 instituciones obligaron al Ministerio de Medio Ambiente a pedir a la empresa promotora que resolviera los graves problemas del proyecto en varias ocasiones. Sin embargo, y como ya hemos dicho, este ministerio, en un movimiento sorpresivo, acabó dando el visto bueno ambiental al proyecto en 2019.
Mina Muga y el pantano de Yesa, dos proyectos peligrosos a un kilometro escaso de distancia
Otro grave problema que tiene este proyecto de mina de potasas, y que nos ha animado a crear un capítulo exclusivo, es la interacción que tiene con el pantano de Yesa. Como ya se ha indicado, las galerías del proyecto de mina se encuentran a menos de 1 km de las aguas del embalse.
Como hemos visto en el apartado dedicado a la minería de potasa en El Perdón, la entrada de agua en este tipo de minas es muy problemática. El agua dentro de las galerías disuelve las sales sódicas y potásicas, y en el caso de estas últimas esa disolución genera una mayor cantidad de agua, que acelera el proceso. Se entra así en un reacción en cadena que aumenta el problema y hace que sea muy difícil de detener.
En el proceso de extracción del material de la mina se crean grandes agujeros (las galerías), y también se pueden crear otro tipo de grietas o huecos que pueden conducir agua hasta ellas. Si se produjera entrada de agua en las galerías a través de grietas naturales o producidas por la explotación, las galerías servirían como vías preferentes a través de las que el agua pueda disolver los minerales potásicos. Esta disolución puede producir el hundimiento de las galerías y huecos mineros, así como el aumento de la salinización de acuíferos y cursos de agua. Este problema es el que llevó a la necesidad de cerrar el pozo de Undiano, en El Perdón, y también el que obligó a desviar el río Cardener, en Cataluña, para evitar que continuara entrando en la mina que había debajo del mismo.
Todo esto hay que situarlo, además, en un entorno poco estable. Por un lado, hemos visto los graves problemas existentes en las laderas que sujetan la presa de Yesa, que se desmoronan continuamente. Y por otro, es necesario recordar que nos encontramos en una zona de alta actividad sísmica, que puede causar grietas, hundimientos, fallas, y demás efectos perniciosos para los dos, el pantano y la mina.
De este modo, hasta la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) o el Instituto Geográfico Nacional (IGN) han denunciado la ausencia de una evaluación específica de las interacciones que podría tener la explotación minera sobre el embalse de Yesa.
La Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) emitió un informe en julio de 2016 en el que informaba de que la afección al pantano de Yesa podría ser de tal magnitud, que consideraba la necesidad de subordinar la actividad minera a la seguridad del pantano. Así, establecía necesario realizar «un sistema de control específico o umbrales de funcionamiento que, llegado el caso, aconsejen la paralización de la explotación«.
La CHE denunciaba que el proyecto de Mina Muga no tuviera un estudio específico de su afección al embalse, de modo que la empresa promotora no había llegado a probar que su proyecto no le afecta. De este modo, la CHE pedía a Geoalcali, que realizara “los estudios de detalle propuestos para analizar la posible interferencia con la presa de Yesa y su embalse. A saber: interferencia hidrogeológica, afección con el sistema de explotación de la Mina, sea por medios mecánicos o voladuras, y los efectos de sismicidad inducida«. Además precisaba que los estudios realizados hasta el momento «no tienen el alcance ni el grado de detalle necesario«.
En dicho informe la CHE alertaba también de que la extracción de mineral afectaría «inevitablemente a la red de flujo hidrogeológico de toda la zona«, por lo que exigía a Geoalcali un estudio específico sobre el grado de afección a la presa ya que «las numerosas fallas complementarias a los plegamientos principales de la zona podrían propiciar el paso franco del agua del embalse a la zona de explotación minera«.
Así mismo, la CHE alertaba de los efectos que las voladuras de la mina podrían producir «no sólo sobre la propia infraestructura de la presa, sino también sobre las laderas del embalse«.
Por su parte, el IGME en su informe de septiembre de 2016, reprendía a Geoalcali cuando indicaba en su proyecto la nula afección de la mina a Yesa, por hacerlo de una manera vaga y generalista. Así, el IGME exigía a la empresa que determinara «la posible influencia de la actividad minera sobre la estabilidad de las laderas del embalse de Yesa, y en concreto sobre la reactivación de los deslizamientos existentes en ambas laderas«. El IGME también alertaba de los riesgos de sismicidad y exigía “un estudio específico, tanto por la seguridad de las propias instalaciones, como la del embalse de Yesa, así como por la posibilidad de la inducción de sismos”.
Sin embargo, a pesar de todos esos problemas encontrados por instituciones oficiales, la Dirección General de Biodiversidad y Calidad Ambiental del Ministerio de Transición Ecológica formuló en mayo de 2019 una declaración de impacto ambiental favorable al proyecto Mina Muga. En la resolución, el ministerio da el aval al proyecto “por quedar adecuadamente protegido el medio ambiente y los recursos naturales”. Sin embargo, la institución hace un matiz importante y no entra a valorar los riesgos expuestos anteriormente: “esta evaluación ambiental no se pronuncia sobre la metodología y las conclusiones del análisis de riesgos geológicos, ni sobre la vulnerabilidad del proyecto ante el riesgo de accidentes o catástrofes naturales”.
De este modo, entendemos que el siguiente tramite que debe pasar el proyecto, que es su aprobación completa, tiene que ser negativo, dado que todos los técnicos competentes en la materia están informando sobre riesgos inasumibles tanto para el medio ambiente, como para los trabajadores y las poblaciones incluidas en el proyecto. Así mismo, consideramos que la Evaluación Ambiental no está realizada de manera adecuada, dado que minusvalora la gran cantidad de impactos ambientales que la explotación minera generaría.