El problema del cambio climático que tanto nos preocupa actualmente no es más que uno de los 9 límites planetarios que el científico Johan Rockström y su equipo establecieron en 2009 como índice para el equilibrio del planeta. Y no es el que se encuentra en peor estado, aunque la superación de este límite ya pone en riesgo la vida en la Tierra tal y como la conocemos.
Los otros dos límites más cercanos al desbordamiento son el de la contaminación por fósforo y nitrógeno y el de la biodiversidad. La comunidad científica cree que este último es el que peor está, habiendo alcanzado ya la zona de “gran peligro”. Para dar a conocer este problema y focalizarlo en nuestro entorno más cercano, desde Sustrai Erakuntza hemos publicado el informe Biodiversidad en Navarra, un recurso que se está agotando.
Desde un punto de vista meramente pragmático, los seres humanos deberíamos conservar la biodiversidad si queremos que nuestra especie sobreviva. La biodiversidad es garantía del suministro de alimentos, agua potable, materiales y combustibles, así como de la regulación del aire, del agua o de la superficie terrestre, con el consiguiente control de plagas, enfermedades o desastres naturales. Es también guardiana del ciclo alimentario, de la vida de las plantas, de los animales y de la diversidad genética. Asimismo, la biodiversidad ayuda a mitigar el cambio climático, ya que los ecosistemas contribuyen a la fijación de las emisiones de CO2, contribuyendo así a amortiguar las inundaciones y la desertificación. La biodiversidad es, por tanto, la base del bienestar y desarrollo de la vida humana.
Cuando hablamos de biodiversidad, hablamos de conservación de la variedad natural. Y Navarra es muy diversa en cuanto a ecosistemas: deberíamos defender con la misma firmeza los hayedos de la montaña, los matorrales de la zona central o las estepas del sur, en tanto que la clave está en la conservación de la multiplicidad ecosistémica. Por ello, es importante el mantenimiento de todos los hábitats, incluidos los que despreciamos como “secarrales”. Esta diversidad otorga un gran valor al territorio, pero también pone de manifiesto su vulnerabilidad: la diversidad implica el problema de los límites ecosistémicos. Las especies que viven en estos límites son más vulnerables al no encontrarse en un área de distribución amplia. Por todo ello, deberíamos tomarnos en serio la diversidad y fragilidad de nuestro territorio y actuar en consecuencia.
Las afecciones que la ganadería y agricultura intensivas, las actividades extractivistas como la mina de Erdiz o Mina Muga o el macroproyecto del Tren de Alta Velocidad tienen sobre la biodiversidad son ya conocidas. Aun así, la idea de que la macroproducción de energías renovables también tiene un fuerte impacto no está tan extendida. Según un artículo publicado en la revista científica Nature en 2020, si se pusieran en marcha todos los proyectos de renovables para hacer frente al cambio climático, el impacto de estos sobre la biodiversidad sería mayor que el del mismo cambio climático. Últimamente hemos visto a administraciones de todos los niveles trabajando para que estos planes se cumplan, como con las Zonas de Aceleración de Renovables acordadas recientemente por el Parlamento Europeo, en las que los procesos de aprobación se reducirán a la mitad.
En los últimos años se ha dado una colonización de las energías renovables en Navarra, cubriendo sobre todo el territorio que queda al sur de la Sierra del Perdón, pero ya estamos bajo amenaza de que ésta se extienda hacia el norte. En muchas ocasiones, los polígonos se sitúan junto a Zonas Especiales de Conservación (ZEC). Por desgracia, esta masificación podría hacer que las ZEC se convirtieran en islas de biodiversidad, o peor, podría llegarse a la pérdida del valor natural de éstas.
La implantación de grandes proyectos eólicos y líneas de alta tensión genera una pérdida y fragmentación de hábitat y mortandad directa de ejemplares. Desde el inicio de la instalación de aerogeneradores en Navarra hasta septiembre de 2021 se encontraron los restos de 8961 aves muertas por colisión, y desde entonces esta cifra ha aumentado (además, estas cifras sólo cuentan los cadáveres encontrados). Asimismo, sabemos que las rapaces utilizan corrientes atmosféricas y corrientes de ladera para volar, por lo que los polígonos que se colocan en las cumbres provocan muchas muertes. Y esto no afecta únicamente a aves de gran tamaño, sino también a especies más pequeñas como el murciélago, que muere tanto por colisión como por barotrauma causado por volar cerca de una presión de aire tan alta. Es una pena que las aves que chocan con los molinos no puedan aprender de sus errores y alterar su conducta, puesto que para entonces ya han muerto.
La afección de los polígonos fotovoltaicos sobre la biodiversidad es también alarmante. Hace unos días conocíamos que los macroproyectos solares Serena Solar 1 y 3 y Amaya Solar 4 han recibido una declaración de impacto ambiental favorable. El proyecto original ocupaba 348 hectáreas – 487 campos de fútbol – de suelos agrícolas y naturales dentro de los límites de Adiós y Muruzabal (aunque ahora parece que son menos). Cada vez hay más evidencias de que proyectos como estos tienen un impacto más allá de la muerte por electrocución, sobre todo cuando, como en el caso mencionado, las instalaciones ocupan enormes espacios de cultivo o vegetación natural. Y es que ambos son hábitats de muchas especies, como el sisón o el aguilucho cenizo. Además, ciertas medidas compensatorias que alguna vez se han llevado a cabo como el de las cajas nido no sirven para el caso del sisón, la ganga o el aguilucho cenizo, ya que estos suelen anidar en el suelo. Asimismo, las placas solares suponen un obstáculo importante para aquellas aves que se alimentan a base de insectos o pequeños roedores, puesto que les dificulta la caza. Toda reducción de terreno de cría o de alimentación tiene un grave impacto sobre la supervivencia de las especies.
La cuestión es: ¿hasta cuándo podemos presionar a las especies? ¿Hasta cuándo podemos seguir con esta dinámica crecentista sin afectar a la viabilidad de las especies con las que convivimos? Y es que el primer paso para la conservación de la biodiversidad es la no eliminación de la misma, lo que está directamente relacionado con el papel de la administración a la hora de aprobar ciertos proyectos y actividades económicas que atentan directamente contra ésta. La interacción de todos los ecosistemas es tan estrecha y compleja que no nos queda otra que cuidarlos. En tanto que formamos parte de esta biodiversidad, los seres humanos debemos hacer verdaderos esfuerzos para mantener su equilibrio y, como animales supuestamente racionales que somos, debemos aprender de nuestros errores. Si no, como aves que chocan con molinos, para cuando hayamos aprendido la lección ya será tarde.
Autora: Julia Marina Goñi Montero, miembro de la fundación Sustrai Erakuntza.