La expansión de macropolígonos eólicos y solares y de nuevos proyectos de alta tensión sigue avanzando en Navarra. Y lo hacen de la mano de la iniciativa de grandes empresas eléctricas, al ritmo de sus intereses especulativos, y con la colaboración del Gobierno de Navarra. Así, hemos podido conocer la intención de nuevas empresas para instalar macropolígonos eólicos destructores de la biodiversidad en Bortziriak y Malerreka.
Esta expansión no responde a ningún tipo de planificación democrática para responder a nuestras necesidades. Se hace a espaldas de miles de navarras y navarros, muchas organizadas en plataformas, que con sus movilizaciones y alegaciones han exigido otro modelo energético y un cambio profundo del actual modelo de producción y consumo depredador.
El balance de esta colonización empresarial de proyectos supuestamente renovables no puede ser más desolador. No ha aportado mayor soberanía y autosuficiencia energética a Navarra, ya que las decisiones de producción y comercialización están en manos de las multinacionales energéticas. No ha reducido el precio de la electricidad, golpeando a los bolsillos de la mayoría trabajadora y popular, a la vez que engordan los beneficios de los oligopolios. No ha provocado la reducción de emisiones contaminantes de efecto invernadero en los últimos años, tal y como lo reconoce el Plan Energético para Navarra 2030. No ha generado una alternativa a las dinámicas desarrollistas (Tren de Alta Velocidad, macrogranjas, fomento del vehículo privado, apoyo a la actividad extractivista salvaje como Mina Muga y Magna en Erdiz). Por último, no ha potenciado la resiliencia del territorio, ya que está significando una pérdida de tierras de cultivo y una presión insostenible sobre la biodiversidad.
Nos encontramos en un contexto de guerra económica liderada por Estados Unidos y sus aliados para seguir manteniendo su posición hegemónica en el control de los recursos energéticos y minerales. Ello está provocando la adopción de medidas que poco tienen que ver con la respuesta a la crisis ecológica y social que sufrimos. Se promociona el gas natural licuado extraído por técnicas de fracking. Se considera la energía nuclear y el gas como energías verdes. Se utilizan los fondos Next Generation para financiar a las multinacionales petroleras, energéticas y automovilísticas. O se aprueba y flexibiliza normativa para facilitar la autorización de macropolígonos eólicos y solares a costa de sacrificar la participación social y la defensa del territorio y la biodiversidad.
Las instituciones navarras participan de esta misma dinámica. Tanto el Gobierno como los partidos políticos están aprobando normativas, planes y decretos que, lejos de una planificación racional de la disminución de consumos superfluos de energía y materiales, están favoreciendo la ambición de promotores para seguir con la expansión sin control de macropolígonos renovables.
En este sentido, desde la Fundación Sustrai Erakuntza queremos alertar sobre nuevos movimientos para instalar macropolígonos en nuestro territorio, que aprovechan la connivencia institucional europea, estatal y navarra, Así, la empresa Zelena Renovable S.L. con domicilio fiscal en Madrid tiene la intención de levantar dos macropolígonos eólicos de 50 MW cada uno. El primero de ellos iría en terrenos de Etxalar, Igantzi, Sunbilla y Arantza (Bortziriak). El segundo afectaría a Ezkurra, Eratsun, Saldias y Beintza Labaien (Malerreka). Para ello están realizando las gestiones correspondientes para conseguir los derechos de enganche y conexión a la red eléctrica, así como el depósito de una fianza, que puede alcanzar varios millones de euros.
No nos faltan motivos para hacer frente a unas decisiones políticas y económicas inútiles ante la crisis global (ecológica, social, económica, cultural) en la que nos encontramos y denunciar las falsas salidas que, más pronto que tarde, nos pondrán al borde del abismo si lo dejamos hacer. La búsqueda de beneficio a costa del empobrecimiento de la mayoría, la guerra económica por el control de recursos, la negación de la soberanía social para planificar, gestionar y controlar las necesidades energéticas, el mantenimiento del poder oligopólico, la destrucción del territorio y la actividad agroganadera local, la pérdida sin freno de la biodiversidad o el no respeto a los límites biofísicos del planeta. Frente a ello no nos queda otra que seguir trabajando y seguir organizándonos.