Recientemente, el diario Gara informaba en su portada de que Nafarroa produce cuatro veces más energía renovable que la Comunidad Autónoma Vasca (CAV). Se alarmaba por la lentitud con la que se está desarrollando la electrificación para la extensión de las renovables. Y alertaba sobre la gran dependencia que tenemos de energía traída desde fuera del territorio.
De este modo, el diario reflejaba con rigor la fotografía actual del consumo energético en las dos comunidades autónomas, tal y como lo hemos venido haciendo desde la Fundación Sustrai Erakuntza para Navarra. Una comunidad donde el 78% del consumo total de energía lo hacemos en forma de combustibles fósiles, que tenemos que importar en su totalidad. Donde solamente el 21% de la energía que consumimos es en forma de electricidad, de la cual el 53% es renovable (datos todos ellos del Balance Energético de 2020 realizado por el Gobierno de Navarra). Y cuando, además, la tendencia del consumo eléctrico que realizamos es a la baja, como también informa dicho informe cuando dice: “la electricidad experimenta en la última década una disminución del 4,40%, y en el último año, se ha reducido también en un 7,47%”.
Este último dato es importante dado que prácticamente toda la energía renovable se produce en forma de electricidad. Existe una pequeña parte de renovables que producen calor o combustibles, como son la solar térmica y la biomasa. Sin embargo, la llamada transición energética está empeñada en producir electricidad, y la realidad es que el consumo de electricidad no está aumentando en la medida que esta lo necesita.
Vemos, por lo tanto, que la “transición energética” impulsada desde poderes económicos, gobiernos y partidos políticos no parece que vaya por buen camino. No, al menos en un territorio como Navarra, puntero en la producción de energía “verde”, pero con una geografía ya muy saturada de grandes e impactantes proyectos de captación de energía renovable, y con una contestación social a la imposición creciente de estos proyectos. Después de 25 años desde los primeros parques eólicos, en Nafarroa apenas se han dado los primeros pasos en esa transición: no nos ha aportado más soberanía, ni democracia energética, no ha provocado la disminución del consumo de combustibles fósiles, el consumo eléctrico sigue disminuyendo, y tenemos un territorio con dificultades para encontrar nuevas ubicaciones para seguir instalando más renovables. Sin ir más lejos, desde principios de 2021 se han presentado 113 nuevos grandes proyectos eólicos y solares, a todos los cuales hemos realizado alegaciones.
¿A qué se debe que las energías renovables no despeguen como se esperaba? Son varios los factores, pero en su mayor parte tienen que ver con las limitaciones de las energías renovables eléctricas: éstas no producen de continuo, están a merced del viento y del sol principalmente, con ciclos estacionales, y además una variabilidad intrínseca que no se adapta al uso continuo y poco planificado que realizamos de la energía.
Pero, además, todo ello se ve agravado por la naturaleza de la electricidad, un fluido que no es fácilmente almacenable, por lo que se ha de consumir al mismo ritmo que se genera. Todas las formas de almacenamiento de electricidad ideadas hasta la actualidad tienen graves problemas. Lo común a todas ellas es la gran pérdida energética que se produce en el almacenaje. La conversión de electricidad en hidrógeno supone unas pérdidas de energía mayores del 50%. Algo más moderadas son esas pérdidas en el caso de los embalses hidroeléctricos reversibles (aquellos formados por dos embalses, de forma que cuando hay exceso de electricidad se sube agua del inferior al superior). Además, este tipo de embalses no se pueden generalizar por la falta de zonas apropiadas para construirlos y por sus grandes impactos ambientales. Finalmente, las baterías siguen sin ser adecuadas para todos los usos por su alto peso y su baja capacidad de almacenamiento de electricidad. Y necesitan muchos materiales para su fabricación, algo que tienen en común con la mayor parte de las energías renovables modernas.
Existen múltiples informes científicos en los que se duda de que sea posible una transición energética como la pretendida, que mantenga el consumo energético que realizamos en la actualidad en los países desarrollados. En nuestro informe “El boom de las energías renovables en Navarra” hicimos un detallado repaso de dichos informes y la problemática que ponen de manifiesto.
Pensamos que constituye un error plantear acríticamente la necesidad de un importantísimo aumento del consumo eléctrico para cubrir las exigencias energéticas actuales, si esto fuera posible. Algo que choca con la actual realidad menguante de la electricidad, y que además supondría importantísimos impactos ambientales por la gran cantidad de grandes infraestructuras para la captación de las energías renovables, junto con las nuevas líneas eléctricas que las unirían, y la necesidad de materiales que todo ello implica.
Puesta así la situación en contexto, el supuesto debate que se indicaba al final del artículo de Gara, entre la extensión de las renovables para mantener el consumo energético y el impulso de medidas de planificación social y económica para la reducción del consumo (decrecimiento), no es tal. Existen pocas posibilidades de que la humanidad pueda afrontar con éxito una transición a las renovables eléctricas como la que pretenden. Será necesario una importante disminución del consumo en los países “desarrollados”, unida a una redistribución de la riqueza, y un despliegue distribuido de energías renovables a pequeña escala y compatibles con los límites planetarios. Unos importantes cambios en la sociedad que es imprescindible que planifiquemos de antemano, y que nos deberían llevar a un mundo más justo y sostenible.
Artículo firmado por: Martin Zelaia, miembro de la fundación Sustrai Erakuntza.