Hace tres semanas la Fundación Sustrai dio a conocer movimientos de empresas para instalar nuevos polígonos eólicos en Bortziriak y Malerreka. La voluntad por seguir manteniendo este impulso irracional desarrollista parece no tener fin. Así, hemos podido conocer la intención de instalar un macropolígono eólico en el triángulo formado entre Goizueta, Arano y Hernani, afectando tanto a espacios de Navarra como de Gipuzkoa. Tanto por las dimensiones del proyecto como por la afección a distintas comunidades autónomas, esta tramitación se está realizando desde Madrid.
Una vez más este despliegue renovable nada tiene que ver con la necesaria planificación democrática para responder a las necesidades sociales: cuánta energía necesitamos, de qué tipo, en qué lugares, quién tiene que proveerla y gestionarla. Y al mismo tiempo, tiene que venir acompañada con medidas que promuevan el ahorro y descenso de consumo de energía fósil: cómo organizar los desplazamientos cotidianos, cómo atenuar y sustituir el modelo industrial agrícola y ganadero, cómo promover un mayor equilibrio territorial, cómo replantear el modelo industrial, cómo introducir medidas radicales de reparto del empleo y de las tareas reproductivas, … Y todo ello integrando el cuidado y la protección de la biodiversidad y de nuestros ecosistemas.
El balance de lo realizado hasta ahora en Navarra debería preocuparnos y alertarnos. El despliegue desordenado de proyectos está conllevando la pérdida de miles de hectáreas de tierras de cultivo y de biodiversidad. La última aberración es la intención de implantar un parque fotovoltaico en Adiós que va a suponer la ocupación de la mayor parte de sus terrenos cultivables. A pesar de que se hayan cumplido los objetivos de instalaciones renovables marcadas en el Plan Energético Navarro, se han seguido dando autorizaciones que van a duplicar la actual potencia instalada. Dato que choca de frente con la disminución año tras año del consumo eléctrico en Navarra, mientras se mantiene el consumo de energías fósiles y aumentan las emisiones de C02.
Todos estos datos serían más que suficientes para echar el freno de mano y analizar críticamente lo que está ocurriendo y sus riesgos. Sin embargo, la miopía energética y climática del Gobierno de Navarra, acompañada por el silencio y la ausencia clamorosa de debate político, tan solo alimenta a las multinacionales energéticas, en contra de los intereses de la mayoría social y la sostenibilidad del territorio.
No nos faltan motivos para hacer frente a unas decisiones políticas y económicas inútiles ante la crisis global (ecológica, social, económica, cultural) en la que nos encontramos y denunciar las falsas salidas que, más pronto que tarde, nos pondrán al borde del abismo si lo dejamos hacer: búsqueda desaforada de beneficio, las guerras económicas por el control de recursos, la negación de la soberanía popular para planificar, gestionar y controlar las necesidades energéticas, el mantenimiento del poder oligopólico, la destrucción de la actividad agroganadera local, la pérdida sin freno de la biodiversidad o el no respeto a los límites biofísicos del planeta. Frente a ello no nos queda otra que seguir trabajando y seguir movilizándonos.